Sobre la sinceridad


¿Qué es la sinceridad? ¿Qué implica ser sincero?

Esta es una de esas virtudes que todos valoramos, que todos intentamos poner en práctica, y que también demandamos de los demás.

Podemos definir brevemente la sinceridad como la ausencia de falsedad, hipocresía o disimulo en lo que hacemos o expresamos.

Desde la definición anterior, entonces, pareciera ser una tarea sencilla el ser sincero, bastaría simplemente con expresar o describir las cosas tal cual son, sin agregados, sin distorsiones, ni omisiones.
Podríamos considerarnos sinceros por el simple hecho de no mentir, o de no tergiversar la realidad a fin de poder describirla tal cual es.

Ahora entonces corresponde preguntarse lo siguiente:
¿Somos realmente capaces de describir la realidad tal cual es?
Ante esta pregunta, desde mi propia experiencia, mi respuesta es que no. No somos capaces de describir la realidad tal cual es, sencillamente porque tampoco somos capaces de apreciarla o percibirla tal cual es.
Aquí me estoy refiriendo al hecho de que cada evento, cada estímulo, cada pieza de información que seamos capaces de recibir, va a ser analizada, reducida e interpretada al nivel de nuestras capacidades individuales en ese momento. Podríamos decir que esto es lo que llamamos subjetividad.
Dicho proceso ocurre de manera casi simultánea a la recepción del estímulo en cuestión. Es ahí cuando ocurre la adaptación, o reducción, de la realidad a nuestra propia capacidad de interpretarla.

El principal factor que determina el nivel de subjetividad que le vamos a aportar a nuestra apreciación de los hechos es la reacción emocional que se dispare en ese momento.
Las primeras emociones que se generen en nuestra psique (pueden ser más de una) serán las que determinen, en un primer momento, el modo en que vamos a interpretar la información recibida. Dicho de otro modo, si alguna noticia o evento despierta en nosotros una emoción negativa o positiva, ese hecho será comprendido como algo negativo o positivo respectivamente; y al momento de describirlo, será descrito a nuestro interlocutor teñido por los matices de esa emoción.

Teniendo en cuenta lo anterior debemos mencionar que nuestras emociones, aunque sean por lo general de poca duración, tienen muchísimo poder. Tienen la capacidad de tomar control de nuestro ser por completo en un instante, y llevarnos a hacer, decir, o incluso pensar, cosas de las que fácilmente podemos arrepentirnos pocos segundos después. De esto hablaremos más en profundidad en otro artículo.

Con lo descrito hasta el momento podemos ver la estrecha relación que existe entre nuestra percepción de la realidad, y nuestro estado emocional al momento de percibirla. Por lo cual nuestra apreciación y, por ende, nuestra descripción de los hechos va a variar a medida que nuestras emociones varíen.

Puede que esta afirmación parezca incoherente o difícil de creer, pero es en realidad algo muy común y fácil de observar.
Podemos ejemplificarlo con sencillo ejercicio:
Intentemos recordar algún evento o alguna experiencia que haya tenido cierta carga emocional, positiva o negativa, es indistinto.
Ahora intentemos recordar nuestra reacción en aquel momento, y también de ser posible, recordemos cómo se lo contamos a la primera persona con la que hayamos compartido esta experiencia.
Si ya logramos cumplir con lo anterior, ahora intentemos observar nuestra reacción emocional al recordar ese mismo evento hoy, veamos qué nos genera ahora ese recuerdo, y pensemos también cómo se lo contaríamos a alguien hoy por primera vez. 

¿Encuentran alguna diferencia en el relato entre la versión que dieron en un primer momento y la versión que darían hoy?

Lo más probable es que sí, y es también probable que encuentren varias diferencias. No solo en la valoración y/o la emoción que atraviesa al relato, sino que también puede suceder que hoy recuerden detalles que antes no habían asimilado. La razón por la que esto sucede es que nuestro estado emocional con respecto a ese evento ha cambiado.
Hoy nos estamos relacionando con esa experiencia de un modo distinto al de aquel entonces. También, obviamente, la descripción se verá influenciada por la relación que tengamos con quien estemos compartiendo el relato, pero esto no deja de confirmar como todas las distintas variables subjetivas tienen un impacto directo, no solo en nuestra percepción, sino también, en nuestra descripción de la realidad.

Esta diferencia que encontramos en el relato en momentos distintos no quiere decir que estemos mintiendo voluntariamente, en absoluto. Significa que, como mencionamos antes, no tenemos una apreciación objetiva y completa de la realidad como para poder transmitirla libre de agregados, distorsiones u omisiones, y es así como se termina falseando en cierta medida el propio relato.

En resumen, lo que intento decir aquí no es que no podamos ser sinceros, sino que nuestras interpretaciones van a estar muy lejos de poder considerarse objetivas hasta que consigamos, en primera instancia, reconocer y aceptar nuestra subjetividad y, en segunda instancia, lograr controlarla.
Es necesario entender que siempre vamos a tener una visión parcial de la realidad, y eso debemos tenerlo presente todo el tiempo, ya que es lo único que nos puede acercar realmente a actuar, hablar u opinar con sinceridad.


Hasta ahora nos hemos ocupado solamente de la sinceridad en relación a la interacción con otros.
Ahora propongo que intentemos hablar de la sinceridad hacia uno mismo.
¿Qué tan sinceros somos con nosotros mismos? ¿Qué tanto fingimos, distorsionamos, o tergiversamos nuestra realidad para hacerla más placentera o tolerable?
Pensemos por un momento en la cantidad de excusas que nos ponemos día tras día para postergar, evadir, o directamente, negar alguna obligación, responsabilidad, temor, o incluso algún defecto.
Esto, claramente, es una total falta de sinceridad hacia uno mismo. 

Negarnos a aceptar aspectos de nuestra realidad, voluntariamente, es actuar con falsedad.

Mi planteo es, entonces, ¿cómo podemos pretender ser sinceros con otros, si antes no lo somos con nosotros mismos? ¿Cómo, siquiera, podemos pretender exigir sinceridad de otros, si ni siquiera somos capaces de ponerla en práctica hacia nosotros mismos? y si no somos capaces de ponerla en práctica, ¿cómo podríamos reconocerla en los demás?

Considero que vale la pena plantearse seriamente la cuestión de la sinceridad hacia uno mismo, ya que es una parte fundamental del proceso de autoconocimiento. Por mi parte puedo decir que he encontrado en esta práctica, luego del esfuerzo que conlleva, una inesperada y liberadora sensación de alivio, que uno va experimentando a medida que empieza a quitar el velo de sus propias mentiras.

El primer impedimento que nos dificulta ser sinceros con nuestro propio ser es la llamada “Falsa Personalidad” que está todo el tiempo queriendo tomar el control, para sostener una imagen externa que satisfaga, la mayor parte del tiempo, los caprichos que nuestro ego tiene para consigo mismo.
Nada nos aleja tanto de nuestra esencia como el apego a la falsa personalidad, este apego a seguir siendo lo que creemos que somos nos impide enfocarnos en ser lo que podemos llegar a ser. Esta es la principal limitación que todos debemos superar, esa falsa imagen que queremos vender a los demás, tanto que hasta nosotros mismos la compramos aun sabiendo que nada tiene que ver con lo que nosotros realmente queremos y necesitamos.

Para poder lograr vencer la falsa personalidad, y embarcarnos en un camino serio de autoconocimiento, es fundamental un nuevo enfoque, un nuevo saber, práctico y concreto, que nos permita empezar a vernos a nosotros mismos, y por ende a nuestra realidad, desde una perspectiva más amplia, libre de prejuicios y limitaciones absurdas.

Solo así podremos empezar a acercarnos a la verdadera sinceridad, que como toda virtud, no solo se muestra, sino que se vive, tanto en lo emocional, como en lo físico.



Gerardo Martínez.


____________________________________________________________________________
Muchas gracias por haber leído este artículo de mi autoría.
Si te interesa saber más sobre este tema y cómo aplicarlo, podés ponerte en contacto conmigo directamente, o dejar tu comentario al final de la publicación.


IG: @g.m.coaching
Mail: gerardo.p.martinez@gmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario