¿Quién
soy? ¿Qué soy?
¿Soy lo que hago? ¿Soy lo que pienso? ¿Soy lo que digo?
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que por lo general solemos tomar como identidad principal aquello a lo que dedicamos, o hemos dedicado, la mayor parte de nuestro tiempo. Esto puede ser un trabajo, una carrera, un hobbie, una ocupación, entre otras cosas.
Ejemplos de esto serían respuestas como: “soy artista”, “soy estudiante”, “soy cadete”, “soy panadero”, “soy abogado”, etc.
También podemos encontrar personas que se definen por sus aficiones, preferencias o filosofías: “soy vegetariano”, “soy deportista”, “soy hincha de X club”, “soy marxista”, y otros tantos casos.
Podríamos presentar interminables ejemplos sobre los distintos tipos de identidades que podemos encontrar pero, más allá de eso, encontramos un patrón común. Este patrón sería ese, casi desesperado, intento por definirse a uno mismo en un máximo de dos o tres palabras. De hecho, mientras más acotado, mejor.
Habiendo observado esto, considero necesario hacerse la siguiente pregunta:
¿Es realmente posible reducir la identidad de una persona a dos o tres palabras?
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que por lo general solemos tomar como identidad principal aquello a lo que dedicamos, o hemos dedicado, la mayor parte de nuestro tiempo. Esto puede ser un trabajo, una carrera, un hobbie, una ocupación, entre otras cosas.
Ejemplos de esto serían respuestas como: “soy artista”, “soy estudiante”, “soy cadete”, “soy panadero”, “soy abogado”, etc.
También podemos encontrar personas que se definen por sus aficiones, preferencias o filosofías: “soy vegetariano”, “soy deportista”, “soy hincha de X club”, “soy marxista”, y otros tantos casos.
Podríamos presentar interminables ejemplos sobre los distintos tipos de identidades que podemos encontrar pero, más allá de eso, encontramos un patrón común. Este patrón sería ese, casi desesperado, intento por definirse a uno mismo en un máximo de dos o tres palabras. De hecho, mientras más acotado, mejor.
Habiendo observado esto, considero necesario hacerse la siguiente pregunta:
¿Es realmente posible reducir la identidad de una persona a dos o tres palabras?
Por mi
parte considero que eso, no solo es errado, sino también peligroso.
Primero que nada vale la pena establecer que, sea cual sea el caso, nadie puede estar cumpliendo un mismo rol el 100% del tiempo.
El “abogado”, por ejemplo, no es abogado todo el tiempo, todo el día, todos los días. Hay momentos donde también puede ser padre, amigo, marido, hermano, hijo, compañero, ciudadano, paciente, cliente, profesor, alumno, etc.
Cada uno de estos roles va a demandar comportarse bajo ciertas condiciones. Cada rol trae consigo un lineamiento de normas que definen la conducta que la persona debe tomar ante cada situación, y a restringir o incrementar nuestra capacidad de poder exteriorizar distintas cualidades de nuestra personalidad.
Y esos otros roles ¿qué parte de mi identidad ocupan?
Otro detalle digno de mencionar: todos esos roles, incluido el de “abogado” (que sería aquí el principal), solo existen en relación a otras personas y ante ciertas situaciones. El abogado no es abogado a menos que esté en un contexto que le permita expresar las cualidades de ese rol. Un profesor, no puede actuar como tal a menos que tenga, al menos, un alumno.
Primero que nada vale la pena establecer que, sea cual sea el caso, nadie puede estar cumpliendo un mismo rol el 100% del tiempo.
El “abogado”, por ejemplo, no es abogado todo el tiempo, todo el día, todos los días. Hay momentos donde también puede ser padre, amigo, marido, hermano, hijo, compañero, ciudadano, paciente, cliente, profesor, alumno, etc.
Cada uno de estos roles va a demandar comportarse bajo ciertas condiciones. Cada rol trae consigo un lineamiento de normas que definen la conducta que la persona debe tomar ante cada situación, y a restringir o incrementar nuestra capacidad de poder exteriorizar distintas cualidades de nuestra personalidad.
Y esos otros roles ¿qué parte de mi identidad ocupan?
Otro detalle digno de mencionar: todos esos roles, incluido el de “abogado” (que sería aquí el principal), solo existen en relación a otras personas y ante ciertas situaciones. El abogado no es abogado a menos que esté en un contexto que le permita expresar las cualidades de ese rol. Un profesor, no puede actuar como tal a menos que tenga, al menos, un alumno.
Teniendo
en cuenta esto, ahora planteo la siguiente pregunta:
¿Quiénes
somos cuando estamos solos? ¿Quiénes somos cuando estamos a solas con nosotros
mismos y no hay nadie más alrededor?
Este es un buen momento para ponernos a pensar sobre la imagen que tenemos sobre nosotros mismos.
Este es un buen momento para ponernos a pensar sobre la imagen que tenemos sobre nosotros mismos.
¿Sabemos quiénes somos realmente? ¿Conocemos en verdad nuestras virtudes y defectos?
¿Nos gusta quiénes somos? ¿Nos gustaría ser algo más o alguien más? ¿Hay algo de nosotros que nos gustaría cambiar o modificar? ¿O quizás algo que nos gustaría cultivar y fomentar?
Debemos aprender, entender, y asimilar que, principalmente, somos humanos. Somos una entidad sumamente compleja, tanto que aún ni siquiera tenemos certeza de cómo funciona nuestro cuerpo en su totalidad.
Este es uno de los motivos por los cuales, como mencionamos antes, es un gran error intentar reducir nuestra identidad a unas pocas palabras, y el peligro detrás de esta actitud es que nos lleva a ignorar, evadir, y hasta a negar características nuestras (sean tanto defectos como virtudes) impidiéndonos tener real consciencia de las consecuencias de nuestros actos, así como de nuestras verdaderas capacidades y posibilidades.
Es muy difícil definir quiénes somos.
De hecho, solo podemos atrevernos a intentar hacerlo luego de un largo trabajo de observación. Así como un biólogo dedica gran parte de su tiempo a observar y registrar el comportamiento de cualquier ser vivo que esté estudiando, lo mismo debemos hacer nosotros con nosotros mismos.
Debemos
trabajar en desarrollar la capacidad de observarnos, y estudiarnos, para lograr
entender los patrones que rigen nuestra conducta.
Sin duda nos llevaremos muchas sorpresas si nos embarcamos seriamente en este proceso.
Hay que aprender a desarrollar este nuevo tipo de atención, que es atención dirigida hacia lo interno.
Este “observador” que se va a encargar de nuestro propio análisis, debe ser desarrollado con ciertas pautas y lineamientos necesarios para que su tarea sea realizada de manera apropiada.
Esta técnica, junto con otros conceptos y herramientas complementarias, son la base del trabajo de autoconocimiento. Así podremos ir descifrando este enigma que somos cada uno de nosotros, y así al fin poder responder con honestidad y seguridad la gran pregunta ¿Quién soy?
Gerardo Martínez
Sin duda nos llevaremos muchas sorpresas si nos embarcamos seriamente en este proceso.
Hay que aprender a desarrollar este nuevo tipo de atención, que es atención dirigida hacia lo interno.
Este “observador” que se va a encargar de nuestro propio análisis, debe ser desarrollado con ciertas pautas y lineamientos necesarios para que su tarea sea realizada de manera apropiada.
Esta técnica, junto con otros conceptos y herramientas complementarias, son la base del trabajo de autoconocimiento. Así podremos ir descifrando este enigma que somos cada uno de nosotros, y así al fin poder responder con honestidad y seguridad la gran pregunta ¿Quién soy?
Gerardo Martínez
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Muchas
gracias por haber leído este artículo de mi autoría.
Si te
interesa saber más sobre este tema y cómo aplicarlo, podés ponerte en contacto
conmigo directamente, o dejar tu comentario al final de la publicación.
IG: @g.m.coaching
Mail: gerardo.p.martinez@gmail.com
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